Cuando una relación termina se suele tender a buscar culpables. Sobretodo si se protagoniza la historia desde el lado en el que uno se queda solo contra su voluntad. Se intenta buscar el error del otro, la causalidad, el motivo estricto, una explicación forzosamente razonada. Eso sí es caer en el error.
Es cierto que nada es fruto del azar, y que no podemos dejar en sus manos algo tan estimable. No debemos despojarnos de la correspondiente responsabilidad. Es evidente que hubo un desacierto, que el atino era ausente incluso cuando todo parecía encontrarse en la situación conveniente. No obstante, ha pasado. Recrearse en ese "Yesterday" del que nos habla McCartney conduce a la desesperanza y a la continua angustia de lo que pudo ser y no fue. Sin embargo, de lo único de lo que podemos estar seguros es del pasado, del glorioso y fructífero pasado. Es bueno recordarlo como un hecho hermoso que afecta positivamente la vida en el presente, de lo que, por desgracia, también podemos estar seguros.
Y lo bien que se les veía. Y lo bien que se lo pasaban. Oye, lo pasamos genial. Sí, fue difícil al principio, pero, creo que mereció la pena. He aprendido mucho de mí contigo.
La teoría parece cómoda. Tan solo se trata de relajar ese afán por querer dar explicaciones a todo, se trata de entender que hay cosas ajenas a nuestro alcance; que no podemos forzarlas. Se trata de dejarnos llevar, dejar que el río trascurra para finalmente verter sus aguas. Hacerse salado y grande. Consiste en hacer examen de conciencia y poseer el talento de decirle a esa persona:
Gracias por tu tiempo, eres extraordinario.
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