Se acoplaba
la luna
en el vacío
propio de
las calles matinales de domingo.
El eco punzante
resonaba
en el pecho
que se aferraba
a los
tiempos de bonanza,
a la bula de
Oz,
procurando
engrasar un corazón de hojalata.
Ojalá el
estreno hubiese llenado de orgullo al director,
que se
rinde, acabando de nuevo en el corto.
Su ficción
llegó
como agua de
mayo
y él se fue
cabizbajo y
resignado a encallarse
en el puerto
de naves de paso.
Amigo, ahora
compón tu cántiga,
entona tu
grito,
que,
mientras tanto,
yo seduzco a
la Verdad
corriendo
veloz por sus lagunas de gomaespuma.
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