lunes, 29 de abril de 2013

La canción más hermosa del mundo. Joaquín Sabina

« Yo tenía un botón sin ojal, un gusano de seda,
medio par de zapatos de clown y un alma en almoneda,
una hispano olivetti con caries, un tren con retraso,
un carné del Atleti, una cara de culo de vaso,

un colegio de pago, un compás, una mesa camilla,
una nuez, o bocado de Adán, menos una costilla,
una bici diabética, un cúmulo, un cirro, una strato,
un camello del rey Baltasar, una gata sin gato,

mi Annie Hall, mi Gioconda, mi Wendy, las damas primero,
mi Cantinflas, mi Bola de Nieve, mis tres Mosqueteros,
mi Tintín, mi yo-yo, mi azulete, mi siete de copas,
el zaguán donde te desnudé sin quitarte la ropa.

Mi escondite, mi clave de sol, mi reloj de pulsera,
una lámpara de Alí Babá dentro de una chistera,
no sabía que la primavera duraba un segundo,
yo quería escribir la canción más hermosa del mundo.

Les presento a mi abuelo bastardo, a mi esposa soltera,
al padrino que me apadrinó en la legión extranjera,
a mi hermano gemelo, patrón de la merca ambulante,
a Simbad el marino que tuvo un sobrino cantante,

al putón de mi prima Carlota y su perro salchicha,
a mi chupa de cota de mallas contra la desdicha,
mariposas que cazan en sueños los niños con granos
cuando sueñan que abrazan a Venus de Milo sin manos.

Me libré de los tontos por ciento, del cuento del bisnes,
dando clases en una academia de cantos de cisne,
con Simón de Cirene hice un tour por el monte Calvario,
¿qué harías tú si Adelita se fuera con un comisario?

Frente al cabo de poca esperanza arrié mi bandera,
si me pierdo de vista esperadme en la lista de espera,
heredé una botella de ron de un clochard moribundo,
olvidé la lección a la vuelta de un coma profundo.

Nunca pude cantar de un tirón
la canción de las babas del mar, del relámpago en vena,
de las lágrimas para llorar cuando valga la pena,
de la página encinta en el vientre de un bloc trotamundos,
de la gota de tinta en el himno de los iracundos.

Yo quería escribir la canción más hermosa del mundo. »

Horas-punta

El calambre repta y trepa
por la columna y su accidente
y exige y se obstina
y atiza contundente 
mi nuca.

Es un golpe seco. Duro. Crudo. 

Y poco
      a poco
              caigo,
          leve,
            sola.

Sola...

Altera el letargo el vibrar de la vela sobre la mesita.
Gracioso tintineo 
que deja entrever 
amables e ingenuos sus gestos.

Él no sabe nada.
¿Y qué va a saber?
Es pronto para entender el porqué de semejante ruina vítrea.



miércoles, 3 de abril de 2013

Mayoría de cadáveres



"Sí, fue un malentendido.
Gritaron: ¡a las urnas!
y él entendió: ¡a las armas! -dijo luego.

Era pundonoroso y mató mucho.
Con pistolas, con rifles, con decretos.
Cuando envainó la espada dijo, dice:
La democracia es lo perfecto.

El público aplaudió. Sólo callaron,
impasibles, los muertos.

El deseo popular será cumplido.
A partir de esta hora soy -silencio-
el Jefe, si queréis. Los disconformes
que levanten el dedo.

Inmóvil mayoría de cadáveres
le dio el mando total del cementerio."

Ángel González



En un café, con el periódico

"En un café, sentado con el periódico.
No, no estás solo. Tienes media copa vacía
y el sol llena la otra media...
Tras los cristales ves sin ser visto
a los que pasan presurosos (es uno de los atributos de lo invisible:
ver sin ser visto).
¡Eres libre, te han dado plantón en el café!
Nadie nota el efecto de la viola en ti,
nadie se percata de tu presencia o tu ausencia
o escruta en tu neblina cuando miras
a una muchacha y te deshaces...
¡Eres libre de poner orden en tu vida
en mitad del gentío, sin rendir cuentas a ti mismo
o al lector!
Dispón de ti como te plazca, quítate
la camisa o los zapatos si te apetece, te
han dado plantón, eres libre de fantasear, ni a tu nombre
ni a tu cara les cabe aquí cometido alguno. Sé
tú mismo... Ni amigos ni enemigos
controlan aquí tus recuerdos /
Busca una excusa para aquella que te ha dado plantón en el café,
acaso no te diste cuenta de su nuevo corte de pelo
o de las mariposas que bailaban en los hoyuelos de sus mejillas.
Y busca otra para aquellos que un día pidieron que
te mataran, por nada... sólo porque el día
en que te topaste con una estrella no moriste... y con su tinta
escribiste la primera canción...

En un café, sentado con el periódico,
olvidado en un rincón, nadie estropea
tu buen humor,
nadie piensa en matarte.
¡Estás solo, eres libre de fantasear!" 

Mahmud Darwix, traducción de Luz Gómez García.